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Podríamos decir que comienza en la raíz ¿En cuál de tantas? Convengamos que en una muy arraigada históricamente en las sociedades humanas, la familia. Empero ¿Cómo influye este elemento básico de la idiosincracia existencial de la humanidad en el poder del no-apego? Empecemos por el principio: ¿Qué vivimos en el hogar?
Es indudable, al menos para mi, que las sensaciones y vivencias vinculadas con nuestro desarrollo temprano, en especial durante los primeros siete años de existencia determinan un caldo nutritivo fundamental para el resto de las etapas de la formación del ser. Partiendo de esta premisa, todo lo que se vive o deja de vivirse en este lapso, da píe para el diseño de la personalidad del niño o niña. Entonces, ¿Cómo influyó en nuestro crecimiento la experiencia de vida durante nuestra gestación y primera infancia? ¿Fue rebozante de amor, cariño, paz, alegría, armonía, acompañamiento, gracias a la presencia física, emocional y afectiva de mamá y papá? Si podemos juzgar que el vaso de agua lo vemos medio lleno, entonces posiblemente, a partir de aquella etapa, es innecesario que busquemos necesidades para rellenarlo. Al contrario, si el vaso lo vemos medio vacío, eventualmente, aprenderemos a necesitar cosas, costumbres o personas, que serán fundamentales para el apego. Y, ¿Qué es para mi el apego? Es como todo a lo que conecto fuera de mi, para llenar esos vacíos, que por distintas circunstancias se originaron en el desarrollo temprano de mi persona y que no fui capaz de aprender a llenar conmigo; por lo tanto, dada la historia inicial de mi vida, mi estructura emocional, corporal y lingüística está siendo como es hoy. Esto es, apegada al artefacto, la rutina o la relación, que me sirve para llenar mi vida, dada mi limitación para llenarla por mi mismo. Si a esta posibilidad, le añadimos los matices de su naturaleza inconsciente, y a la vez la influencia del incosnciente colectivo, estaremos quizá ante una de las fuentes de apego, que podríamos denominar primario: me arraigo al objeto, a la conducta y al desconocimiento personal, porque regresar a la raíz, es probablemente doloroso. Pero ¿Cómo así? Es eventualmente de esta forma, ya que hacer conciente esos pequeños o grandes vacíos, indefectiblemente nos conectan con nuestros oríginarios primarios: papi y mami; de la forma en que el universo nos los dio: presentes o ausentes, cercanos o lejanos, sabios o aprendices. Su guía, modelaje y ejemplo, marcaron cómo esencialmente aprendimos a ser; por lo que, desde mi perspectiva, el desapego absoluto nace y se hace a partir de un vaso rebozante de expansividad total. Tú ¿Cómo ves el vaso hoy? |
Hijo, papá, compañero, amigo, escritor
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Agosto 2018
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