googlec4c506438c05368d.html
La mayoría de nosotros contamos con la dicha de haber recibido el amor incondicional de mamá y papá, algunos/as hemos encontrado el amor de nuestras vidas a través de un compañero/a y otros/as interactuamos amorosamente con cada uno de nuestros hijos, hermanos y familiares cercanos, quizá también con nuestros amigos/as más preciados/as. Pero, ¿cómo expandir el amor entre los miembros de la sociedad para que la aceptación del otro como legítimo otro sea un elemento universal?, ¿cómo arraigar el afecto como base del relacionamiento entre todos los seres humanos?
Hasta hace relativamente poco, mi aproximación hacia las respuestas de estas inquietudes era distante. La causa era muy simple: no conocía el amor. Era amado por mis padres, posiblemente fui amado por alguna de las parejas con las que conecté en algún momento de mi trayecto relacional, declaraba amor a mi hijo; pero, en esencia, no conocía el amor. Y era desconocido para mi, sencillamente porque no me amaba a mi mismo y, dado que no lo hacía, me era imposible amar con plenitud a otros. Cómo, si no era consciente de la esencia de mi ser, podría aceptar al otro distinto a mi; más allá aún, cómo poder trascender esta barrera sin reconocer que la razón o la verdad no son absolutas y por lo tanto son propiedad de cualquiera que piense de determinada forma. Hay dos hitos que cambiaron en mi esta condición: mi compañera de vida actual y el coaching ontológico. Ella me mostró que, además del amor de padre y madre, padres e hijos, hermanos, al margen de las circunstancias que nos acercan o alejan de ciertas personas, el amor es esa posibilidad de expandir tus horizontes manteniendo el coraje de expresarlo en cualquier circunstancia. Por su parte, mi coach me mostró, y aún me muestra, que sólo desde la disposición al servicio genuino por el otro, puedo encontrar en mi ese espacio de conexión en el que acepto la legitimidad del otro; y esto es posible, cuando puedo ser consciente del ser que estoy siendo, con sus luces y sombras, aceptando mis actos del pasado y del presente, brindándome afecto al margen de los juicios personales que pueda emitir sobre mi mismo. Hoy soy distintamente más consciente de lo que fui hace algunos años; hoy acepto y comprendo que gracias al camino transitado puedo devenir en el ser que soy; hoy me siento más humano, más libre, más yo; hoy, desde ese estado de consciencia, puedo aceptar y brindar afecto a otros, porque antes he logrado aceptarme y darme afecto a mi. Y tú ¿qué necesitas para comenzar a enamorarte de ti? |
Hijo, papá, compañero, amigo, escritor
Archivos
Agosto 2018
Categorías
|