googlec4c506438c05368d.html
Cuando observamos detenidamente a un/a niño/a podemos apreciar que las distintas manifestaciones de su carácter se expresan a través de las emociones. En función de lo que requiera de su entorno, podrá manifestar miedo (dado que necesita protección ante algo que lo amenaza), alegría (para compartir los momentos expansivos en los que la sonrisa desborda en posibilidades a los protagonistas de su entorno), rabia (cuando pareciera que hay razones para juzgar injusticias), tristeza (ante la necesidad de consuelo por la pérdida) o amor (como máxima expresión de aceptación y afecto entre los seres que lo rodean). La manifestación de cada una de estas emociones es importante, ya que predisponen a acciones específicas que tienen sentido para el ser y, en la infancia, son fundamentales para la conexión del niño/a consigo y con su entorno; desde esta óptica, es razonable considerar que el conjunto de emociones humanas son indispensables para el desarrollo del individuo. Sin embargo, nuestra historia y la forma como transitamos el camino del vivir, a veces condicionan nuestra capacidad para mantener de adultos la posibilidad de reconocer y expresar lo que sentimos. A través del coaching ontológico he aprendido no solo a reconocer la emoción emergente en determinado momento, que antes negaba o desconocía, sino también a validarla; aceptando que soy ante todo un ser humano con capacidad para sentir y que, a partir de la aceptación de mis emociones, puedo hacerme cargo más efectivamente de mi accionar cotidiano, he logrado trascender mis limitaciones desde la paz y la ambición. En mis procesos he descubierto que, por ejemplo, tengo miedo a que mi hija no tenga a su mamá consigo o a que, ante la eventualidad de emigrar del país, más allá de empezar de cero en un contexto desconocido, sea capaz de brindarle a mi familia lo necesario para garantizar su bienestar. Ante estas circunstancias, conscientemente descarto paralizarme, vivo mi emocionalidad a plenitud y procuro identificar las posibilidades que me conecten con escenarios expansivos, aquí y ahora, ahorrándome las preocupaciones por situaciones que no están, para así accionar coherentemente. Entonces, mi actitud ante el miedo me ayuda a ver posibilidades que antes ignoraba o pasaba por alto. Y tu, ¿cómo vives tus miedos? |
Hijo, papá, compañero, amigo, escritor
Archivos
Agosto 2018
Categorías
|