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¿Alguna vez haz escuchado la frase: “los hombres no lloran”? Esta, al igual que otras frases populares, posiblemente han condicionado distintos aspectos de nuestra personalidad, como: la forma en que nos expresamos, la manera de mostrar nuestro sentir, la estrategia que adoptamos para alejarnos del sufrimiento y del dolor.
¿Cómo es posible que podamos expresar nuestros sentimientos ante la pérdida si tenemos “prohibido” mostrarnos vulnerables? Entonces, ¿Cómo es que nos mostramos ante nuestros seres amados? ¿Cuánto dolor supone elegir, consciente o inconscientemente, la estrategia que consideramos efectiva para distanciarnos del sufrimiento? A mi parecer, estas son cuestiones elementales que influyen en la calidad de la existencia humana actual, que además son matizadas por los paradigmas de una sociedad que ha concentrado parte de su herencia en generar restricciones al potencial del ser humano. En un contexto donde se ha favorecido la competencia, el consumismo y la apariencia, ha devenido la inequidad, el deterioro desmesurado de los recursos del planeta y la crisis de valores que hoy golpean a los países, sus comunidades y sus familias. Ahora bien, cómo mostrarnos sensibles ante estas circunstancias si, por ejemplo en nuestro contexto, el discurso predominante se desarrolla desde la “batalla” en la que, al margen de falsas treguas, indefectiblemente resultan ganadores y perdedores. Si, desde este discurso, el fin justifica los medios, y por lo tanto el planteamiento es generar riqueza y poder a costa del empobrecimiento del don de ser gente; cómo, en fin de cuentas, mostrar la naturaleza vulnerable del ser cuando el entorno nos enseña a ser fuertes, rígidos, pre-potentes. Cuando mi coach me mostró cuan distante estaba de mi centro, de mi esencia y de mis emociones, me percaté de cuanta coraza estéril había puesto sobre mi piel. Allí en las profundidades de mi dolor, pude percatarme de la enorme pérdida asociada a estar donde creía que debía estar, porque no sentía que necesitaba estar en otro sitio, por ejemplo más cerca de mis hijos. Allí pude vivir la mayor de las tristezas, al constatar que buena parte de lo que hacía hasta entonces carecía de sentido, porque a pesar del esfuerzo por “ganar” inexorablemente abandonaba a mis seres amados. Sin sospecharlo, perdía la vida... Haber estado allí, me permitió emerger para vivir con una nueva mirada, una visión más consciente, una oportunidad para redimirme con mi pasado ne función de elecciones expansivas para mi y para los míos. Hoy, lleno de gratitud, comparto orgulloso mi declaración: “soy un hombre alegre, flexible, emocionalmente sensible; capaz de escuchar a mi corazón, conectado permanentemente con el disfrute, el amor y la prosperidad”. Y tu, desde la profundidad del ser que eres ¿con qué necesitas conectarte hoy? |
Hijo, papá, compañero, amigo, escritor
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Agosto 2018
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